Nota del editor: para proteger su anonimato y por razones de seguridad, se ha ocultado la identidad de las tres mujeres que compartieron sus historias.
“La violencia doméstica” es un término que divide sus muchas formas en dos categorías – aquéllos que la entienden porque la han vivido y aquéllos que solamente la conocen porque la han visto en los encabezados, un problema distante, preguntándose cómo tal cosa puede existir.
En el estado de Rhode Island, la violencia doméstica ocurre en todos los pueblos y todas las ciudades. Este hecho lo sustenta en parte la información que mantiene la R. I. Supreme Court Domestic Violence Training and Monitoring Unit. En un análisis reciente que Elia Sherman y Tim White, investigadores del WPRI TV’s Target 12, hicieron de más de tres años de datos que la Oficina del Fiscal estatal conserva, la violencia doméstica se identifica como el delito grave más común durante ese periodo, con más de 12.700 acusaciones relacionadas a la violencia doméstica. Esto representa más del 20% de todos los delitos graves (la segunda categoría más grande son las acusaciones relacionadas a drogas.)
Sin embargo, las investigaciones demuestran que, en la mayoría de los incidentes relacionados a la violencia doméstica, los cuerpos de seguridad nunca toman parte. En otras palabras, la verdadera prevalencia del abuso nunca podrá saberse en su totalidad.
Aun así, algo se sabe al respecto. La Rhode Island Coalition Against Domestic Violence, conocida como “RICADV,” es una red estatal de agencias que proveen servicios de apoyo a las víctimas de violencia doméstica. De acuerdo con sus datos, solamente durante el 2021, dieron servicio a 8.499 víctimas. Durante ese mismo año, contestaron 13.839 llamadas a la línea de ayuda y sus defensores proveyeron más de 42.000 servicios individuales.
A nivel nacional, una de cada cuatro mujeres y uno de nueve hombres, vivirá una experiencia de violencia doméstica. Sin embargo, los adolescentes también pasan por situaciones de violencia doméstica (llamada también violencia entre novios o violencia de compañero íntimo) en una escala mucho más alta que cualquier otro grupo demográfico, con un adolescente de cada tres que vivirá alguna forma de abuso ya sea de naturaleza física, sexual o emocional antes de llegar a su vida adulta. Además, según datos recientes de una encuesta que la agencia federal de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades hizo en su programa de Youth Risk Behavior Survey (YRBS), por sus siglas en inglés), reportaron un aumento en la violencia sexual en jovencitas de bachillerato, en donde un 20% reportó violencia sexual, y un 14% reportó que las obligaron físicamente a tener relaciones sexuales.
Esas estadísticas me son sumamente conocidas. No solamente soy una sobreviviente de la violencia doméstica sino también de la violencia sexual; ahora mi trabajo a tiempo completo es visitar escuelas, comunidades y lugares de trabajo en todo el país para hablar de esos temas. Mucho de este trabajo se trata simplemente de desmentir mitos – describiendo lo que es el abuso en sí y cómo se ve.
Como muchas otras personas, en algún tiempo yo también tuve una idea errónea de lo que era la violencia doméstica. Era un asunto de adultos en donde una persona le pegaba a la otra. Esa no era yo: una chica calladita, proveniente de un buen hogar en un pueblito. Una adolescente. Con frecuencia decía: “Bueno, él nunca me ha pegado. Si me llegara a pegar, entonces por supuesto que me iría.” Y…así fue. Lo que nunca reconocí fueron los patrones de control, posesividad, coerción, manipulación, y daño emocional y económico.
Mientras que la historia de cada sobreviviente varía, las similitudes no se pueden negar. Hace poco hablé de sus experiencias con otras tres sobrevivientes. En su calidad de socias de SOAR (Sisters Overcoming Abusive Relationships) [Hermanas que han superado relaciones de abuso], estas mujeres son parte de un cuerpo especial de RICADV. Sus historias dan luz a las realidades del abuso y la necesidad de que todos promovamos y apoyemos recursos.
Cali comenzó a estar expuesta al abuso desde una temprana edad.
“La primera vez que fui testigo de la violencia doméstica fue cuando tenía dos años de edad. Desde la perspectiva de un niño, eso es algo diferente. Cuando ves que tu papi le pega a tu mami, sabes que eso no está bien. Tampoco era responsable de elegir irme. Solamente estaba ahí, esos eran mis padres,” dice ella. “Como adulto, sabía que nunca querría estar con alguien que me pusiera la mano encima.”
Cuando Cali conoció a su futuro esposo a la edad de 21 años, ella dice que él era “un caballero.” No hubo indicios de abuso – hasta que las cosas cambiaron. “Gradualmente, noté un cambio en su comportamiento. Me imaginé que era algo que yo había hecho, especialmente porque hubo personas que presenciaron cosas y no dijeron nada. Pensé, quizás es lo normal.”
Al principio, Cali vivió el abuso, aunque no físico, cuando le llamaba con nombres insultantes y ejercía control financiero sobre ella. “Una amiga mía reconoció las señales cuando yo no lo hice. Pensaba que el abuso era un moretón, un golpe en la cara. El comentario que le hice a ella fue, bueno, él no me pega,” dijo Cali. Cuando eventualmente se sintió atrapada y sola, dice Cali, “no sabía cómo salirme de eso.” Luego el abuso se volvió físico cuando estaba embarazada de su quinto hijo, lo que ocasionó varios intentos de irse; finalmente, pudo escaparse un año después.
Hoy día, Cali tiene una carrera en salud mental y del comportamiento y cuenta su historia. “De no haber pasado por lo que pasé, no sería la defensora que soy ahora. No puedo decir que he sanado 100%. Mis hijos y yo todavía estamos lidiando con las secuelas. Todavía tenemos ciertos desencadenantes. Pero seguir el camino y navegarlo es una travesía. El proceso de sanación es una travesía,” dice. “Al ser parte de SOAR llego de verdad a ser esa voz para aquéllos que tienen miedo de hablar al respecto.”
Jess conoció a su expareja cuando estaba de vacaciones, y luego comenzó una relación a distancia. “Pensé haber encontrado a mi príncipe azul. Era tan amable y me “enamoraba” con gestos amables y correos electrónicos que me hacían pensar que era un hombre de familia y que su hija me necesitaba como madre. Me dio un vistazo de la vida que pensé querría tener con él,” cuenta ella.
Media vez Jess dijo el “sí, quiero,” dice que la “máscara” cayó. Su compañero se ausentaba, llegaba tarde a casa, y parecía desapegado. Cuando Jess mencionaba las ausencias de él y el deseo de ella de pasar tiempo juntos, él usaba eso en contra de ella. “Me decía que yo era muy dependiente y que le pedía demasiado. Me insinuaba lo aburrido que estaba de que le rogara que me pusiera atención. También, con frecuencia se burlaba de mi forma de cocinar. No creo que pasara un día sin criticarme. Mi autoconfianza y mi autoestima cayeron al fondo porque me sentía infeliz y me había hecho pensar que todo era mi culpa,” cuenta Jess.
Eventualmente, el abuso se volvió físico, y Jess se sintió presionada a tener relaciones sexuales cuando no quería. “Cuando me sentí valiente y dije ‘no,’ él tomó mi teléfono, me agarró del cuello y me puso contra la pared, llamó a la policía y se inventó la historia de que me había encontrado ‘echando mis medicinas’ por el inodoro y que tenía miedo por la seguridad de nuestro hijo,” dice ella. Esa fue la primera vez que Jess sufrió de abuso físico. Ella obtuvo una orden de restricción que fue cancelada después del divorcio para que pudieran hablar de su hijo. “Hasta la fecha, mi agresor continúa ejerciendo un control coercitivo y abuso después de la separación, casi 14 años después. Compartir la paternidad (e incluso la mediación) con un agresor es casi imposible,” dice ella.
Hoy en día, Jess está en el proceso de sanación con la ayuda de un terapeuta especializado en trauma. “Trabajo en mis respuestas al trauma. Para ser una madre saludable para mis hijos, estoy trabajando en mis emociones y mi dolor porque sé que eso ha hecho estragos en todos nosotros. Mi respuesta de pelear o huir todavía surge, aunque estoy fuera del alcance de mi agresor. Reconozco que sufro de TEPT [trastorno de estrés postraumático]. El practicar la aceptación radical también me ha cambiado la vida,” expresa, explicando que ha aprendido a reconocer los comportamientos dañinos de su excompañero y ahora cuenta con una serie de destrezas para navegar las interacciones difíciles o indeseadas con él. “Creo que hasta hace poco, no estaba viviendo. Sólo estuve tratando de sobrevivir durante años,” concluyó Jess.
Lee conoció a su antiguo compañero en una cancha de fútbol de secundaria, compartieron clases en el bachillerato y se hicieron buenos amigos antes de comenzar a salir juntos. “Al principio fue increíble porque era novia de mi mejor amigo,” cuenta ella. Cuando los dos se graduaron y comenzaron a ir a la universidad, las cosas comenzaron a cambiar.
“Él comenzó a usar drogas, a mentir, y a ocultarme cosas. Los pequeños problemas se convertían en grandes peleas. Habíamos sido tan cercanos por tantos años, así es que me sentí traicionada y herida. Sin embargo, sentí que tenía que estar allí para apoyarle en sus luchas,” dice ella, haciendo nota que pronto comenzó a preocuparse más por su compañero que de sí misma. “Comencé a alejarme de mi familia y de mis amigos porque no quería que ellos supieran de sus problemas,” dice.
Eventualmente, el excompañero de Lee recurrió al abuso físico. “Me di cuenta que quería escapar después de su daño físico. Me dolió tanto cuando se paró sobre mí, tirada en el suelo del apartamento por el que yo había trabajado tanto. En ese momento, todo se detuvo. Me dije: tú vales tanto como para estar en esta posición.’ Por fin me di cuenta – en este momento, temo por mi vida, y nunca más quiero volver a sentirme así,” dice.
Mientras que muchos recursos la han ayudado, ella hace nota que su lugar de empleo jugó un papel importante al brindarle recursos, empatía, y al darle ánimo y apoyo. Desde ese entonces, ella ha descubierto un nuevo nivel de independencia y confianza en sí misma.
“Me siento orgullosa de mí, no sólo por encontrar la fuerza para irme, sino también por el amor y respeto que ahora siento por mí misma. Ahora ya no le doy a las personas el beneficio de la duda. Trato de ver a las personas por lo que me demuestran. Sé lo que quiero y lo que me merezco. La paz que ahora siento me da la fuerza para seguir hacia adelante,” expresa.
Desafortunadamente, no todas las víctimas de violencia doméstica son capaces de salir antes de que resulten lesionadas gravemente o incluso mueran. El informe más reciente del RICADV Domestic Violence Homicide Report, indica un total de 26 personas que perdieron la vida entre el 2016-2021, con un promedio de cuatro a siete muertes por año, siendo las armas de fuego las más usadas.
Lucy Ríos, Directora Ejecutiva de RICADV, sabe la importancia que un plan de seguridad y el apoyo son para salvar vidas. “La red de agencias socias de RICADV trabajan incansablemente para satisfacer la variedad de necesidades que los sobrevivientes pudieran tener, por ejemplo: vivienda segura y asequible; consejería; acceso a artículos de primera necesidad, tales como alimentos y ropa; ayuda para obtener una orden de restricción o ayuda para navegar el sistema legal; cuidados médicos; y ayuda de inmigración,” describió. “Los defensores escuchan a los sobrevivientes y les presentan opciones de planes de seguridad y apoyo para que los sobrevivientes tomen decisiones sobre cómo permanecer seguros, sea que elijan terminar la relación o no.”
Jessica Walsh, Directora Ejecutiva del Women’s Resource Center of Newport & Bristol Counties, también ve esto de primera mano. “Al sobreviviente de una relación de abuso le toma mucho tiempo para sanar. Todo sobreviviente es diferente, cada situación es única. Nuestros defensores ofrecen, ante todo, compasión. De ahí, le ayudan al cliente a identificar por ellos mismos sus inquietudes más apremiantes y luego trabajan para solucionar esas necesidades.”
Sin embargo, proporcionar servicios también tiene sus retos, dice Walsh.
“Desafortunadamente, la falta de financiación a los servicios de violencia doméstica ha resultado en la interrupción de dichos servicios. No hay suficientes camas en los refugios ni tampoco hay vivienda de transición. No hay suficientes profesionales de salud mental, así es que generalmente tenemos una lista de espera en nuestro programa de consejería. Algunas poblaciones necesitan más apoyos disponibles para ellos – las personas discapacitadas, las personas LGBTQIA+, aquéllos que hablan otros idiomas. Siempre hay trabajo qué hacer para asegurar que todas las personas en nuestra comunidad tengan la ayuda que necesitan cuando buscan estar seguras.”
Pero estamos progresando. Ríos hace énfasis en el trabajo que RICADV está haciendo para tratar temas críticos, barreras, e inequidades. Esto incluye el aprobar leyes más fuertes y reglamentos que aumenten la seguridad de los sobrevivientes y que hagan a los agresores responsables de sus acciones.
“El programa Address Confidentiality Program, fue establecido en Rhode Island en el 2022 y entró en vigencia este pasado enero dentro de la Oficina de la Secretaría del Estado de Rhode Island, dando más seguridad a los sobrevivientes que necesitan mantener privada su dirección debido a que están huyendo de un compañero que abusa de ellos,” dijo Ríos. “También hemos hecho grandes avances en dar prioridad a la prevención primaria para tratar la raíz de las causas de abuso y hemos podido dar financiamiento a muchas agencias de base comunitaria a través del Deborah DeBare Domestic Violence Prevention Fund para detener el problema antes de que comience.”
Este año, una de las prioridades es la aprobación del proyecto de ley de litigación para casos de abuso.
Y mientras los esfuerzos continúan por medio de sobrevivientes valientes, defensores y líderes en todo el Estado, el llamado es para que todos nosotros tomemos parte también.
Si le preocupa su seguridad o tiene preguntas referentes a la violencia doméstica o el abuso, llame a la línea anónima de ayuda de RICADV, al 1-800-494-8100. Para obtener más recursos o encontrar recursos locales, visite www.ricadv.org.
Vea a Ruth Glenn, presidenta y CEO de la Coalición Nacional en Contra de la Violencia Doméstica y a sobrevivientes, en Story in the Public Square, el programa nacional de PBS/SiriusXM, presentado por los anfitriones Jim Ludes, director del Centro Pell y G. Wayne Miller, director de Ocean State Stories.